martes, 2 de abril de 2013

DESCENDIENTES DEL DORADO


DESCENDIENTES DEL DORADO


Guata-vita en su época precolombina fue centro religioso y cultural del pueblo muisca, se destacaba por su cacicazgo ya que su influencia era definitiva en la vida política de los cacicazgos vecinos, pues estaban encargados de consagrar a sus príncipes para que su mandato tuviera validez y legitimidad.
Cuenta la leyenda, que para suceder al cacique, los miembros de esta tribu
necesitaban una preparación muy especial, la cual consistía en que el sobrino, hijo de la hermana, debía ayunar seis años, metido en una cueva que tenían dedicada para que en todo este tiempo el sucesor no tuviera vinculación con mujer alguna, además, no comer carne, sal, ni ají y otras cosas que les vetaban; entre ellas, que durante el ayuno, no podían ver el sol; se les concedía salir de la cueva, únicamente de noche para ver la luna, las estrellas y recogerse antes de que el sol los viese; cumplido este ayuno y ceremonias, se metía en posesión del cacicazgo o señorío. La primera jornada que había que hacer era ir a la gran laguna de Guata-vita y ofrecer en sacrificio al demonio, que tenían por dios y señor.
(BALSA DE EL DORADO)
La ceremonia consistía en hacer una gran balsa de juncos, aderezándola y
Adornándola, lo más vistoso que podían; metían en ella cuatro braseros encendidos  que desde luego quemaban el elemento a quemar era el  moque        (sahumerio natural), trementina y diversos perfumes.
La laguna estaba rodeada de infinidad de indios e indias con mucha plumería,
Chagualas y coronas de oro, con infinitos juegos a la redonda y luego que en la balsa comenzaba el sahumerio, lo encendían en tierra, de tal manera que el humo impedía ver la luz del día. A este tiempo desnudaban al heredero en carnes vivas y untaban con una tierra pegajosa y lo espolvoreaban con oro hasta quedar completamente cubierto de este metal.
 Una vez en la balsa, a los pies le ponían un montón de oro y esmeraldas, para que ofreciera a su dios; luego, entraban con él cuatro caciques influyentes de la tribu, ellos muy adornados con plumería, coronas de oro, brazaletes, chagualas y orejas de oro, también desnudos y cada cual llevaba su ofrecimiento.
Saliendo la balsa de tierra, comenzaba la algarabía: cornetas, fatutos y otros
Instrumentos que atronaban montes y valles, duraba hasta que la balsa llegara al
Centro de la laguna, de donde con una bandera se hacían señales de silencio. El indio hacía su ofrecimiento cuando se ubicaba en medio de la laguna con el oro que llevaba a sus pies, luego los demás caciques hacían lo mismo, “alabado sea el ritual”, repetían, a medida que batían las banderas y mientras la balsa se acercaba a tierra comenzaban los gritos, gaitas, fotutos y danzas con la cual recibían al nuevo electo reconocido como señor y príncipe.
De esta ceremonia se tomo aquel nombre tan célebre de EL DORADO, que tantas vidas ha cobrado.
Desde la época de la conquista hasta nuestros días, han llegado expediciones a la

Laguna con el deseo de rescatar el oro allí sumergido por siglos.

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